Hay días grises en los viajes
Días en los que no sale el sol, hace frío y llueve. Justo como nos pasa en la vida. Pero vos ya estás en ruta y sabés que vas a seguir tu camino. Porque sentís que si no lo hacés te vas a perder de la sensación única de la lluvia en la cara, o del placer de descubrir un camino que nunca antes habías transitado.
Hay días en los viajes donde nada
Absolutamente nada, sale como lo habías planificado. La primera sensación es de bronca e impotencia, claro. Ahí te quedás vos, solo con tu mochila y las ganas inmensas de ponerle el pecho a las balas y salir a comerte el mundo.
Pero hay días en los que también sale el sol
Y a medida que transcurren las horas te das cuenta que eso que no salió como lo esperabas también está bueno. Porque esa noche se cerró una puerta pero se abrieron mil ventanas. Mil oportunidades. Mil caminos nuevos por descubrir.
Y ahí es cuando la vida empieza a brillar
Entonces aprovechás esa cuota de incertidumbre que te da el viaje. Te animás a experimentar la sensación de no saber para dónde encarar. Te animás a perderte en lugares que no conocés. Porque cada vez que lo hacés, tenés una historia nueva para vivir.
Todo fluye más natural
Y te das cuenta que no todo es tan tremendo como parecía ser esa noche de martes, cuando lo que habías ideado se fue al tacho en un abrir y cerrar de ojos. Cuando pensaste que allí se desvanecía tu sueño, hasta que miraste para el costado y tenías a la Ilusionista ahí, esperándote para juntos enfrentarse a una nueva aventura.
Porque, al fin y al cabo, al día siguiente seguro saldría el sol.
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