Un sinfín de historias convertidas en relatos que con cada narración se vuelven todavía más fantásticos.
Esa capacidad de saber que mañana ya no estaremos en el mismo lugar nos hace recapacitar y disfrutar ese momento a pleno, porque, dicen los que saben, que de momentos e historias está hecha la vida.
Viajar recopilando historias de vida y relatos que contar.
Y volver sabiendo que se aproxima una nueva aventura hace que ese regreso no sea con un gusto amargo por lo que se fue, sino con la algarabía de soñar un nuevo destino.
Contar historias no es para cualquiera, lo sé.
Es un virus que tenemos algunos descubierto quizás sin querer, aunque se haga carne para siempre en nosotros. Somos felices contando lo que vemos, lo que sentimos, lo que nos cuentan. Y así de simple y compleja a la vez es nuestra pasión.
La palabra a través del papel tiene la magia del emisor, pero también necesita imperiosamente de la fantasía que pueda crear en su cabeza quien recibe ese mensaje.
Esto es dar y recibir en su máxima expresión.
Todo está en las ganas que le pongamos a nuestros sueños, y en el sentimiento genuino de hacer algo con pasión porque si así lo hacemos, tarde o temprano, el reconocimiento llega solo.
Cada uno en su actividad, en su lugar, en su rol. Trabajemos duro día tras día por alcanzar eso que nos hace feliz y que daríamos lo que no tenemos por alcanzarlo. Solo así el universo se alineará para lograrlo.
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