Celebración del Inti Raymi
Del 21 al 24 de Junio se celebra, como todos los años, la fiesta del Sol. Comienza el invierno en el hemisferio sur y para los pueblos originarios significa un nuevo renacer del dios Inti, para dar comienzo a un nuevo ciclo anual de prósperos cultivos y abundantes cosechas. Esta ceremonia parte de una leyenda que dice así…
La Leyenda
En la cultura Andina, el Sol, la Luna y las estrellas conformaban el núcleo de las deidades incaicas. El más importante era Inti, el dios Sol: fuente de toda la riqueza, rey del cielo, de las plantas, y del Universo. Se lo consideraba, además, el ancestro del emperador, que como representante suyo, gobernaba con poder absoluto sobre todo el Universo.

Los personajes
De Inti se decía que estaba casado con su hermana, la Luna. Los antiguos habitantes andinos creían que tras cruzar el cielo en su periplo diario, se sumergía en el océano, al cual secaba parcialmente. Durante la noche regresaba nadando bajo la tierra y reaparecía a la mañana siguiente, rejuvenecido por el baño. De hecho, los eclipses eran interpretados como una señal de su ira.
Cuentan que en una ocasión el Sol se apareció al Inca Yupanqui para anunciar futuras victorias militares, siempre y cuando él cumpliera con su obligación: Nunca debía olvidarse de brindarle las ofrendas adecuadas.
Por eso, Yupanqui ordenó construir una estatua del Sol que lo representara tal y como él lo había visto (cuentan los habitantes de Cusco, en Perú, que el sol enorme que hoy podemos observar en la Plaza de Armas es justamente aquel que mandó a diseñar el Inca).
A partir de ese momento, se celebraron dos fiestas en honor al Sol...
Capac Raymi
El Capac Raymi, que tenía lugar durante el solsticio del verano (21 de diciembre). Durante esta fiesta se celebraban los ritos de iniciación de los hijos de los nobles, que así entraban en la edad adulta, en la aristocracia y en el servicio del Poder Incaico.
Inti Raymi
El Inti Raymi, que coincidía con solsticio del bienvenido invierno (21 de junio). Para esta celebración, el emperador, su familia y el pueblo se dirigían en procesión a la Plaza De Armas en Cuzco antes del amanecer, donde aguardaban en silencio al sol naciente, cuya aparición era recibida con júbilo.
Todos los presentes se arrodillaban y el Inca ofrecía chicha al sol en un recipiente de plata. Después marchaban al Coricancha (lugar de rezo y culto para los Incas), donde se volvía a encender el fuego sagrado mediante el uso de espejos sagrados. La ceremonia se acompañaba con danzas y sacrificios de granos, flores y animales, que eran quemados en hogueras.
Y era de esta forma que desde las colinas que rodeaban a Cusco, innumerables columnas de humo ascendían hacia el cielo, portando las ofrendas realizadas al Sol con el fin de que este intercediera en las batallas militares y proveyera el clima adecuado para prósperos cultivos.
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