Sentir
Juego. Amor. Libertad. Puente. Conexión. Vibración. Infinito. Troncos. Eucaliptos.
Todas caras que apuntan hacia el sol. El sol de primavera. Ese que renace cada mañana y al que las flores le sonríen al verlo aparecer.
Cuánto que nos queda por sentir todavía. Cuánto que no nos animamos a decir por miedo al rechazo, a la exposición, a los ojos con los que nos van a ver. Pero la clave está, viejo amigo, en que si no es ahora, entonces ¿Cuándo?
Perdemos mucho tiempo buscando explicaciones donde no las hay y nos dejamos llevar por las habladurías del mundo. Visto con estos ojos, con los ojos del corazón, sentir debería ser una obligación y amar, una religión.
Es que el mundo empieza a ser distinto cuando uno lo hace distinto. Siempre me acuerdo de una frase que mi abuelo repetía hasta el hartazgo:
“El cambio viene de uno mismo”, y después me enteré que era una adaptación del eterno Mahatma Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
El puente que nos conectó algún día se desmoronó. Se quebró y cayó al río. Se lo llevó el agua. Su corriente lo arrastró. Pero construiremos uno nuevo, lleno de magia y libertad.
Donde la conexión sea mucho más profunda y la vibración haga temblar hasta las dos copas de vino que quedaron desde anoche sobre la mesa. Uniremos troncos de distintos tamaños, con cuerdas irrompibles y así forjaremos para siempre nuestro lazo de amor libre.
Se trata de nosotros, de la vida y de la libertad.
Se trata de la energía infinita que se manifiesta solo en el instante del ahora.
De estar vivo en el presente.
Porque solo de esa forma trascenderemos y seremos infinitos en el futuro. Vos y yo. Y todo aquel que se sume a esta aventura.
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